domingo, 7 de junio de 2009

TODOS MORIMOS UN POCO


Las cifras oficiales de la tragedia:

23 policías y 9 nativos muertos.

3 policías desaparecidos

155 heridos

72 detenidos

Me quedo con las cifras reales. Probablemente un promedio entre los 34 de la Defensoría del Pueblo y los 150 que revela el diario Pro y Contra.

Nunca antes habían muerto tantos policías al resolver un problema de orden público.
La muerte de policías tomados como rehenes a manos de los indígenas es absolutamente condenable. Era responsabilidad de los líderes nativos e interlocutores válidos hacer un llamado a la calma, cosa que en ningún momento se hizo. Pizango se encontraba en Puno, y probablemente ya esté en la Bolivia de Evo y Chávez, con lo que le haría un flaco favor a la organización que preside y acabará por desprestigiarla aún más.

Pero la muerte de aquellos efectivos es también producto de una pésima estrategia. La Policía se encuentra desmoralizada y se ve a sí misma como una institución desprestigiada (primero el Moqueguazo, luego Pómac, y ahora Bagua) debido a una pésima gestión ministerial, a cuál más nefasta (primero el Moqueguazo, luego Pómac, y ahora Bagua). Mercedes Cabanillas fue premiada con esa cartera por sus servicios distinguidos al aprismo. Según Rospigliosi, su meta era coger el premierato y luego la candidatura por el Apra en las elecciones del 2011. Motivo más que suficiente para que no quiera pelearse con nadie. Es una pena que su falta de previsión haya costado tantas vidas. Es una pena que en vez de elaborar estrategias para controlar a los huelguistas se haya dedicado a hurgar bajo las sábanas de los efectivos que dirigía. Gracias a ella y a su deplorable antecesor, los policías son tratados como brasas listas para la hoguera. Los policías tienen todo mi respeto. Ellos no son culpables de los ineptos que les imponen como jefes.

Cómo has cambiado, pelona
La actitud de Yehude Simon resulta casi sanchopancesca. "Todo fue un complot contra la democracia, contra el gobierno, contra los peruanos" "las comunidades nativas han sido engañadas" (otra vez el lenguaje de los "pobres indios ignorantes" que Jorge Bruce advierte) Era como si reprodujera el cassette que Alan le dio de tarea memorizar. Esperaba, en la conferencia, la aceptación de al menos algunos errores garrafales. Pero fue inútil.

Yehude estuvo alguna vez del otro lado, cuando fue a la cárcel acusado de pertenecer al MRTA. Sabe lo que es enfrentarse a un gobierno que no escucha. Ha sufrido en carne propia los atropellos de un estado insensible a los problemas sociales. Sin embargo no supo aprovechar esa rica experiencia para llevar a buen puerto las negociaciones. Es increíble cómo el poder puede cambiar a la gente.

Ha dicho que no va a renunciar, lo cual es una opción, pero él ya hace rato que dejó de ser Premier. Como diría la canción: "ya está muerto, sólo que no se ha dado cuenta".

Una matanza más que importa
Como nos recuerda Raúl Wiener:

Cuando Alan García ordenó la matanza de los penales, toda la prensa peruana dijo que se había realizado en “defensa de la democracia”. El presidente (...) empezó un esfuerzo por atenuar la cifra de los muertos, mientras los soldados dispersaban los cadáveres en entierros clandestinos (...). Pero unos días después se cayó la mentira y el presidente tuvo que retroceder y admitir que hubo asesinato de rendidos en Lurigancho y “excesos” en distinto grado.

Después de la matanza de la selva, estamos viendo nuevamente a los operadores de García tratando de cambiar la realidad de lo ocurrido. La orden de Lima ha sido esconder los cadáveres y negárselos a sus familiares (...) El propósito es decir que los masacrados fueron los policías, atacados suicidamente por los indígenas que, con lanzas y flechas, se lanzaron contra 600 efectivos de la Dinoes armados con fusiles y granadas, respaldados desde el aire con helicópteros. Que la tropa hubiera llegado recién un día antes, en coincidencia con la maniobra de votación en el Congreso, seguro que era pura casualidad.

Alan García es quizá un presidente egocéntrico, megalómano, racista y soberbio. Y no lo digo por mala leche, sino como un elector decepcionado. Todos recordamos la patada para quitar al "cholo" que se interpuso entre él y la cámara, su famoso y desesperado "no me toquen" cuando las manos del pueblo trataban de acariciarlo en un mitin electoral, y ahora, la que seguramente será la más lapidaria de sus frases: "no son ciudadanos de primera clase". Aquellas palabras le perseguirán por unos buenos años, y espero que así sea, porque resultaron ser el preludio de un tragedia que jamás debió ocurrir. ¿Cómo será Alan García en la intimidad? ¿Qué prejuicios destilará en la mesa familiar? ¿Que pensará del "hombre común", del elector corriente? Pilar Nores podría escribir un éxito de librería respondiendo estas preguntas con sinceridad.


Hoy hemos visto al presidente declarar como si lo de ayer hubiera sido un éxito. Hemos despejado la carretera. Hemos defendido la legalidad. Ha triunfado la democracia. También ha sido selectivo al contar los muertos ¿En qué mundo vive? Ayer, en medio del conflicto, ha dicho que Pizango es un "delincuente".

Dice Federico Salazar:

En una situación altamente combustible, ¿nos lleva a la solución una expresión tan emotiva?

No sé si Pizango sea delincuente. Sé que si trato de resolver una crisis, no debo lanzar acusaciones sin pruebas. Menos, si soy el presidente de la República.

La autoridad y la firmeza no provienen de la cachiporra. Nacen de la acción eficaz, amparada en la ley y la justicia.

Estos episodios no produjeron, solos, la tragedia. Revelan, sin embargo, el enfoque político y poco técnico que ha hecho el gobierno en el manejo de la crisis.

¿Soberbia, falta de visión en el manejo de conflictos sociales o estrategia política?

Lo cierto es que no se va a ningún lado reprimiendo con violencia las manifestaciones. Más bien se consigue incendiar la pradera y provocar una pesca en río revuelto.

¿Qué nos queda?
Los hechos del viernes no se olvidarán facilmente. Bagua y el Frontón quedarán como manchas indelebles en la trayectoria política de García, pero sin duda no es el único culpable. A Pizango le faltó criterio cuando, en la conferencia de prensa que dio, en vez de hacer un llamado a la calma y sabiendo de la existencia de policías tomados como rehenes, se dedicó acusar y mantener el lenguaje hostil. Los rehenes no debieron ser ejecutados. Él era el apu, debio tener la misma actitud pacífica que tanto reclamamos a García.

Culpable también es el Congreso, por sus dilaciones (digitadas o no) en el debate de la derogatoria del DL 1090 que a la postre probablamente termine por ser derogado o modificado fundamenlatlmente ¡pero a qué precio!

Culpables también son los partidos políticos, por ser construcciones artificiales y por su incapacidad de llegar al elector del Perú profundo. Como bien lo recuerda Mirko Lauer, en un país sin verdaderos partidos políticos, las demandas sociales se exigen tomando carreteras y paralizando ciudades. Luego los líderes son llevados a Lima para intentar utilizarlos en beneficio de réditos políticos inmediatos.

Las familias de las víctimas hoy lloran a sus muertos. Yo, desde aquí les envío mis sentidas condolencias. Sólo quiero pedirles a todos (periodistas, políticos, opinólogos) que dejemos de discriminar en la explicación de los hechos. No hay "ellos ni nosotros", "blanquitos e indios", "asesinos y víctimas", "capitalismo salvaje e izquierda trasnochada". Solamente peruanos que se matan entre sí por órdenes superiores. Tal vez si dejamos de ver a las minorías y a las provincias como amenazas al centralismo y empezamos a integrarlas a ese todo colorido llamado el Perú oficial, entendamos cuánto nos duelen hechos como éstos y, sobre todo, los repudiemos con toda el alma. Si algo nos ha enseñado la guerra interna de los ochenta es que nadie debe ser excluido del proyecto Perú, y que la tolerancia es la única arma que nos protegerá del descalabro fratricida.

En mis pocos meses de blogger, he notado que dicha tolerancia es más acentuada en la cholósfera que fuera de ella. Aquí nos sacamos los ojos, es cierto, pero nunca dejamos de tratar al otro como igual. Quizá porque no hay dueños de la verdad. Podemos cambiar. Podemos trasladar esa tolerancia a las calles. Potencial nos sobra, esperanza también.

La pregunta es ¿cómo llevar a cabo semejante tarea?

Imágenes de aquí y de Carlín.

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